Con música, lágrimas y disturbios fue despedido Darío Gómez
Justo debajo de la imponente escultura del Cristo resucitado del artista Jorge Marín Vieco, en la tumba 1, del sector 011, en Campos de Paz, fue sepultado el féretro con el cuerpo del Rey del despecho. Tras una ritual que se extendió seis horas —comenzó a las 12:00 del día y terminó a las 6:00 de la tarde —, y una caravana que recorrió el Occidente de Medellín, sobre toda la carrera 80, familiares, amigos y seguidores del músico le dieron el último adiós de este mundo.
Desde Capillas de San Juan, donde se hizo la velación solo para la familia, salió un desfile encabezado por el carro del Cuerpo de Bomberos de Medellín con los restos fúnebres hasta la iglesia de Santa Gema. Antes de llegar a la misa, el cortejo se detuvo frente a la sede de Disco Dago, la empresa que fundó en 1992, y posteriormente ante su casa, en el mismo sector del barrio Santa Teresita, donde recibió homenajes. La gente le cantó su himno, un tema que se repitió varias veces en la despedida: Nadie es eterno. Aunque parece que sí, Darío Gómez en sus canciones y cada vez que lo escuchen los despechados. “Él nos enseñó que con el despecho también se puede vivir la vida. El que no esté aquí es porque nunca tuvo un desamor“, dijo Raúl Giraldo, un seguidor.
La Misa
Justo sobre la 1:50 de la tarde llegó la caravana a la iglesia, en medio de una multitud que copó la calle 33 y la carrera 80 y que obligó a cerrar las vías de la zona. Mientras el carro fúnebre ingresó al parqueadero, desde afuera los seguidores (cerca de 200) entonaban de nuevo la canción.
Al templo solo pudieron ingresar familiares e invitados (entre ellos estaba el maestro Fruko), y la edificación fue rodeada con vallas para que la ceremonia fuera íntima y solemne.
Vestido de sombrero y con un poncho con fotos estampadas de Darío Gómez al lado de Vicente Fernández, Gabriel Gómez, hermano de Darío, músico y cantautor, casi no logra ingresar a la iglesia. “Eso es increíble, uno busca explicaciones y no las encuentra por ningún lado, él estaba muy bien, no estaba enfermo”, comentó a EL COLOMBIANO, quien está radicado en Bello y se mantiene entre San Jerónimo y Bogotá.
La ceremonia litúrgica a cargo del sacerdote Héctor Restrepo, párroco de San Gema, duró una hora.
Desde el templo partió un nuevo recorrido hasta Campos de Paz, otra vez encabezado por el carro de bomberos y escoltado por motos y vehículos de la policía y el tránsito.
Aplausos
Una hora le tomó al coche fúnebre recorrer los 4,1 kilómetros que separan a Santa Gema del cementerio, un trayecto que no toma más de 21 minutos en carro (y sin taco).
Al frente de Campos de Paz, que estaba cerrado desde el viernes y acordonado con vallas, había más de 1.000 personas esperando la llegada de su ídolo.
Gladys Becerra, de 68 años, llegó desde las 10:00 de la mañana, viajó directamente desde San Jerónimo a despedir a su coterráneo. Dice que era lo menos que podía hacer por una persona tan “querida”, de la que recuerda que durante la pandemia apoyó a muchas familias del pueblo con mercados y “platica”.
“Te queremos Darío, te queremos”, coreaba la gente mientras golpeaban, como si fueran tambores, las vallas metálicas que les impedía el ingreso al cementerio.
A las 4:30 de la tarde alcanzaron a ingresar, en medio del tumulto, los primeros tres carros fúnebres, cuando las personas trataron de entrar a la fuerza detrás de ellos.
Intervino el Esmad, la gente derribó las vallas y llegó hasta la puerta principal de Campos de Paz; se escucharon un par de explosiones y el ambiente se llenó de humo, tras las detonaciones hechas por los uniformados para controlar a la multitud.
Fueron momentos de caos, desde afuera lanzaban piedras y botellas y la policía antimotines respondía con bombas de humo.
La caravana de familiares y acompañantes no pudo ingresar, el paso de los vehículos fue bloqueado y muchos tuvieron que buscar otros puntos de ingreso.
Tras casi 20 minutos de alteraciones, de gritos y algarabía, la policía asumió el control y los seguidores de Darío Gómez se tranquilizaron, aunque mantenían su intención de ingresar a cómo diera lugar. Querían cantarle.
Demora
El cuerpo de Darío Gómez era esperado adentro por una escolta de la Policía Militar del Ejército y un grupo de mariachis integrado por seis grupos distintos, seleccionados directamente por Olga Lucía Arcila, quien fue su esposa y seguía siendo su mánager.
Pese a los controles, muchos curiosos lograron entrar al campo santo, unos por las mangas del club El Rodeo y otros se quedaron en el lugar luego de los tres entierros que hubo en la mañana.
Finalmente, sobre las 5:30 de la tarde sonó la trompeta de la escolta militar y a través de una calle de honor que hicieron los uniformados, el cuerpo de Darío Gómez llegó a su morada final, mientras que el grupo de mariachis entonaba Amor eterno y los familiares del artista encendían bengalas y soltaban globos blancos.
Su último adiós fue con música. Los mariachis interpretaron canciones de Los Visconti, Juan Gabriel y Roberto Carlos, grandes referentes que tuvo el artista de San Jerónimo.
Así, entre música, lágrimas, desorden, bombas de humo, gritos y aplausos, Darío Gómez se fue de este mundo, como el Rey del Despecho. “Sufrirás, llorarás/ mientras te acostumbrés a perder/ después te resignarás/ cuando ya no me vuelvas a ver”.
Fuente: El Colombiano