El lamento náufrago de Rafael Campo Miranda

Extraordinario compositor de musical tropical colombiana, nacido en el municipio de Soledad, Atlántico, en 1918. Falleció el 15 de junio, a la edad de 105 años en su tierra adoptiva Barranquilla, donde prácticamente vivió toda su vida.

Este extraordinario compositor comenzó a muy temprana edad hacer canciones, 18 años, la primera fue ‘Pasión tropical’, no tuvo mucho recorrido, luego compuso ‘Playa’, grabada en 1946 en Argentina, por la orquesta de Luis Armani y los arreglos de Pacho Galán, posteriormente se conoció como ‘Playa, brisa y mar’ en distintas versiones.

Vinieron muchas: ‘La cometa’, ‘Nube viajera’, ‘Entre palmeras’, ‘Viento verde’, ‘Uno para todos’, ‘Brisas del Llano’ y ‘Pájaro amarillo’, banda sonora de la película de Hollywood Los Aventureros.

Campo Miranda, en entrevista para radio Guatapurí, se definió como un compositor de experiencias vividas muy intensamente. En cada canción del maestro hay un escenario, un paisaje caribeño, una mujer, un amor. El canto más celebre del maestro Campo Miranda es ‘Lamento náufrago’, que originalmente fue concebida como, ‘Recuerdo náufrago’, la primera grabación de esta canción la hizo el maestro clarinetistas colombiano Juan Esquivel y su agrupación. “Esta versión no se conoció ni en la esquina del barrio” dijo Rafael Campo Miranda.

Este canto llegó en 1958 a Caracas, allí la escuchó el músico venezolano Jesús ‘Chucho’ Santoja, quien le hizo algunos cambios a la canción, entre ellos el título, de ‘Recuerdos náufragos’ pasó a llamarse ‘Lamento náufrago’, con previa consulta con su autor, Jesús Sanoja.

Este canto se conoció en todo el continente, de las más reconocidas del cancionero colombiano, la han versionado La Sonora Matancera, Billos Caracas Boys, ‘Lucho’ Bermúdez y Juan Carlos Coronel.

La historia de este canto es novelesca, fue narrada por su propio autor a Radio Guatapurí para unos carnavales de Barranquilla, en su residencia de la arenosa, lugar de residencia que siempre estaba adornada con muchísimas aves canoras que alegraban el ambiente.

Todo ocurrió en el muelle de Puerto Colombia, lugar visitado constantemente por Campo, en una de esas tantas visitas fue su encuentro con Adriana, una bella dama mejicana, la encontró sentada en la arena, ella estaba de visita con algunas amigas, el flechazo de cupido entre ambos fue inmediato.

Subieron al muelle para estrechar los lazos de amistad. El galán la invitó para el día siguiente mostrarle el bello entorno paisajístico. Comentó el compositor que al despedirse de la mejicana quedó prendado de tan bella mujer, alta, esbelta, morena.

El encuentro sería al día siguiente en ese mismo lugar, Campo Miranda tuvo la oportunidad de mostrarle a la azteca las verdes palmeras del entorno que se convertirían en testigo de esa gran aventura. Campo notó el interés que le causaba, no le quitaba la mirada, la abrazó para darle un punto de apoyo y la besó.

Allí sobre la arena mojada de la playa, en el viejo muelle del puerto Barranquillero, quedó consumado toda esa pasión aventurera de amor. Adriana, así como apareció, desapareció misteriosamente sin despedirse del don Juan.

Días más tardes, el compositor recibió una nota de despedida por parte de una camarera donde se hospedó su amada: “Perdóname, mi amor, no he querido engañarte, soy una mujer ajena, los instantes dichosos que me hiciste vivir, cuán tendidos sobre la arena, con loca y ardiente pasión, no podre desecharlos, esos recuerdos estarán siempre en mí. – Adriana”.

 

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