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Herencias, carencias, ausencias /Por Edgardo Mendoza Guerra

 

Esta generación está loca, es la frase de cualquier parroquiano adulto en cualquier esquina. La nuestra fue una generación distinta, de valores, respeto, solidaridad y mil cosas más. No sabemos en qué momento se perdió todo.  Y si usted tiene tiempo la charla puede durar horas y no encuentra nada bueno en la actualidad, es decir, en usted. Somos así, desde el principio, soñadores y fatalistas.

La vaina no es nueva, desde el vuelo de las mariposas, hasta los recuerdos de las limpiacasas, aquellas lagartijas azules de rayita blanca, tan inofensivas para la gente, pero tan dramáticas para las descripciones de los mayores, para algunos era una bruja revisando la casa, para otros rezagos de la violencia conservadora porque el negro que formaba su tricolor era el luto de tanta muerte por ese partido.

Hoy las discusiones de prensa y en redes, especialmente estas últimas, son sobre la construcción del Centro Cultural de la Música Vallenata, CCMV. Se unen aquí razones de todo peso y emociones  momentáneas, pero igual viejos resquemores casi ancestrales de los mismos vallenatos que han vivido revueltos, pero revolcándose al mismo tiempo. En 22 meses, que ojalá no sean 22 años, como la carretera a Pueblo Bello, la cosa será distinta. Pero tanto  críticos como defensores tienen razones, el costo, el momento, la figura amorfa y búsquele más vainas, como que estamos en emergencia social con desempleo y pobreza; pero ninguno de los bandos tiene esos afanes, cuando salga este chorro, ambos tendrán desayunos seguros y almuerzos asegurados. Y claro, algún vino de corchos para destapar, a propósito, como el quinto piso de la obra anuncia terraza gastronómica vallenata, ahí los veré a todos en pocos meses. Y el desempleo y la pobreza seguirá, no sé en cifras pero seguirá.

Cada generación trae su afán. Abel Naranjo Villegas, para el caso colombiano, habla de 7 generaciones, nuestros abuelos, empíricos de la genética nos convencieron que heredamos rasgos hasta la séptima generación, de manera que si aparecen ojitos verdes, grises o azules  en una familia de ojos negrísimos, olvidemos malos pensamientos y dejemos a los curas quietos, por ahora, es la fuerza de la sangre antigua.

Según Naranjo Villegas,  seis profesiones y oficios nos educaron y dirigieron, cada quien en su tiempo: artistas, científicos, escritores, religiosos, políticos y financistas. A la primera llamada Generación Heroica y de caudillos, 1800 a 1830, correspondió dar las batallas de la independencia, Francisco de Paula Santander y su combo; luego la Generación Fundadora, es decir quienes fundaron el Estado Colombiano,  José Antonio Páez, Anastasio Girardot, José Ignacio de Márquez, etc.; la Generación Costumbrista, Sanclemente, Santos Gutiérrez, Sergio Arboleda; la generación Clásica inaugura el siglo XX: Diego Fallón, José María Cordovez, Marco Fidel Suarez, etc.; pasamos a la Republicana o de la Reconciliación con José Asunción Silva, Julio Garavito, José Vicente Concha; seguimos con la Modernista con Luis Carlos López, Emilio Murillo, Alejando Ángel, Darío Echandía; hasta llegar a la generación Socializadora con Caballero Calderón, Arturo Camacho Ramírez, Pastrana Borrero, Danilo Cruz Vélez, Darío Mesa, Baltasar Uribe.

Los actuales vallenatos sin reconciliarnos heredamos todo, solo que en recocha y desorden. Tuvimos a Garavito en la Tramacúa, Cota Murillo en el liberalismo, Concha Moreno en tierras, Santos abuelo de alcalde, Arturos por fuera y dentro; es cierto que tenemos ausencias de Caballeros y Ángel, pero tenemos Cruz y reyes como Baltasar, solo que en otras pieles y con otros nombres. Entonces, ¿el poder para qué? Nos sobran Echandías, y una cosecha de habladores de paja, enorme.

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