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Mariano Enrique Pertuz Barrios, el San Isidro Labrador del folclor

Extraordinario compositor, falleció en la capital a consecuencia del Covid, compositor de origen campesino, oriundo de Plato Magdalena, se fue a vivir a Bogotá hace 50 años en busca de mejor vivir fuera de su entorno campestre al cual extrañó.

En la fría capital, Pertuz encontró una ciudad que a pesar de sus 10 millones de habitantes sintió el ambiente totalmente opuesto a la alegría de su pequeño terruño,
Una Urbe sigilosa , triste, apagada, diferente, personas huidizas y desconfiadas y hasta melancólicas, ensimismados y silenciosos, comportamiento distante de su pueblo bullanguero, alegre y espontáneo, con mucho calor caribe.
Nunca pensó que se iba a quedar a vivir en ese lugar tan triste 50 años de su vida.
A pesar de todas esas diferencias culturales nuestro trovador fue perseverante en abrirle camino a su talento en ese lugar, sin dejar su cultura costeña y su vocación campesina , a pesar haber estado más tiempo en las cumbres de los andes.
Ya se encontraba instalado en ese gélido y extraño mundo paramuno, no podía echar marcha atrás o claudicar en sus aspiraciones de una mejor calidad de vida para él y sus familiares.

Tenía la esperanza que, en esas tierras de contrastes con personas de ruanas y alpargatas, corbatas, chaquetas y Esmoquin, entumidas por el frío y actuar sigiloso, sabía que con ellos estaba su futuro y así fue.
Pertuz, hizo camino al andar, como lo pregonó el poeta español Machado, y fue a través de la gruesa colonia vallenata, con la cual logró su primera un puesto de mensajero interno de la Universidad nacional de Colombia. Posición que logró ganándose el cariño y confianza de directivos a base de esfuerzo, versos y canciones.

En ese ambiente como trabajador de la Universidad, ganó muchos amigos de todos los rangos, incluido el inmolado ex ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, quien se lo llevó a trabajar a las dependencias del Ministerio de Justicia y luego trasladado a las oficinas de la cárcel la picota de Bogotá, culminando su ciclo laboral en las oficinas de Sayco.

En sus últimos años vivió de la pensión, gracias a su trabajo y siempre disfrutó de las regalías de sus canciones por concepto de ejecución pública.
De su actividad campesina surgieron todas las historias que fueron convertidas en cantos antológicos y grabadas por los intérpretes más prestigiosos del folclor.

San Isidro Labrador es su canto más célebre, al patrón de los labriegos tuvo que hacerle un ruego convertido en canción, al presentarse un fuerte y crudo verano, situación que lo tuvo al borde de perder la cosecha, los campesinos no tenían previsto la ausencia de las aguas, y tuvo que recurrir a la vocación campesina del santo para que le mandara agua del cielo.

“Porque tengo la tierra labrada y la semilla está escogida, con la esperanza que llueva, para sembrar enseguida”.
Este canto fue grabado por los hermanos Zuleta en los inicios de su carrera y “Los Cañaguateros” de Pedro Garcia Diaz.
Otro canto surgido de su actividad campesina y parrandera es “Invitación Parrandera”, allí extiende invitación cordial a Colacho Y Poncho a su cabaña en la montaña a donde se había ido a cultivar después de vivir una temporada en Valledupar.
“Colacho” Mendoza dímele a Poncho Zuleta
Que me fui del Valle y me encuentro en la montaña
También le dices que lo invito a mi cabaña
Y te vienes con él para hacerles una fiesta”.

Fueron muchas las canciones creadas por su fértil mente que cultivó con gran pasión, cantos que hoy han traspasado las barreras del tiempo y las fronteras de nuestro país.
Otro canto de su inspiración grabado por los Zuleta es “La Desentendida”, también consecuencias de sus andanzas campesinas cuando anduvo por los lados del municipio de Bosconia, Cesar, compuesta A Mercedes Andrade, joven y bella campesina quinceañera, quien laboraba en la finca acompañando a sus padres, a pesar de su floreciente y bella edad, se enamoró de Pertuz, quien era un jornalero más de una extensa cuadrilla, el más viejo y feo de los trabajadores del fin
No me echen culpa si acaso me ven llorando
No me echen la culpa a mi si me ven borracho
Échenle la culpa a Mercè que sabe de mi fracaso
Ella sabe mi dolor y me vive despreciando-
Se hace la desentendida no quiere que la converse.

Fueron muchas las situaciones agradables y amargas que tuvo que enfrentar Enrique en esta actividad, entre los que se cuenta el haberle arrendado una tierra a un compadre, que no había sido cultivada.
Pertuz como buen campesino preparó la tierra y la plantación, cultivo que rindió sus frutos. El compadre, dueño de la tierra, al observar el rendimiento de la labranza, se llenó de envidia y le solicitó a Pertuz que recogiera su siembra, ya que para el próximo periodo necesitaba cultivarlas,
Esta petición sorprendió a Pertuz, pero no se amilanó y se las entregó bien civilizadas. De ese hecho dejó constancia de esa situación en una canción.
Adiós compadre ya me voy de su terreno
Porque el verano marchitó todo el sembrado
A Usted le queda un terreno civilizado
Y a mí el cansancio por trabajar en lo ajeno.

El Coralibe , expresión despectiva que se usaba antes para señalar a una persona de poca cultura o proveniente del campo , así título Enrique una canción que le grabaron Héctor Y Adanies para señalar el orgulloso de ser campesino
Yo me voy de la ciudad con rumbo pa la montaña
Voy a comenzar de nuevo a vivir de la aventura
Con este tiempo tan malo la cosecha no es segura
Pero al menos estoy mejor solitario en mi cabaña
Ay me dirán El Coralibe me dirán el montañero
Pero no saben los del pueblo lo que sabroso en la montaña se vive

Descanse en paz este gran maestro, que dejó grandes canciones, quien también tuvo tiempo para cantarle a sus felices tiempos de niñez, cuando pasaba sus buenos ratos en “El rastrojito de su patio” allá en la lejana, apartada y olvidada población Plato, Magdalena, tierra de sus ancestros y del famoso del hombre Caimán, tierra que lo vio nacer y que después de tanta ausencia acogerá con cariño sus restos mortales como uno de sus hijos mas ilustres.

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