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¿Radio de elefantes? / Por Edgardo Mendoza Guerra

La radio está en crisis, dicen los mayores. Ahora la radio es más activa, dicen los muchachos. A  los encuentros generacionales nos gusta hablar de crisis, pero son definitivamente cambios normales que deben darse en todos los campos. Vivimos añorando los viejos médicos, porque los actuales tienen más conocimientos y menos tiempo; los viejos compositores, porque sus cantos nos llegaron al alma desde niños y el cerebro recuerda con más facilidad lo anterior que lo actual. ¿Dónde están mis gafas?

La radio tiene para el caso de los pueblos de La Provincia, un reverencial respeto. Voces de ayer fueron quienes dieron las noticias más esperadas, algunas trágicas, pero igual políticas, económicas, musicales, sociales y religiosas de la época. Esos hombrecitos desconocidos fueron nuestros irremplazables compañeros en las soledades de pequeños poblados, alejadas fincas, la inmensa Sierra Nevada  o del Perijá;  hoy fueron reemplazados por voces locales, muchos con gran vocación, cultura y orden, y otros a la topa tolondra, para utilizar un término regional.

En muy pocos años encontrar un radio, transistor o equipo para escuchar emisoras será algo del pasado, es posible que encontrar un locutor,  periodista que llegue al gusto de todos con igual cariño, también. Hoy todo es abundancia, pero igualmente escaso, parece controversial el tema.

Los directores de medios sufren por toneladas encontrar un buen narrador de historias, un conocedor de costumbres, una persona de opinión, es casi difícil encontrar todas las cualidades que los de ayer tenían. Y no es que los de ayer eran mejores, al contrario, eran de menos formación académica, solo que capaces de meterse en el alma de sus ciudadanos, por variadas razones.

En el medio radial, como en casi todas las profesiones, abundan profesionales distinguidos, caballeros del verbo y la palabra, hombres y mujeres de comportamiento ético y moral, incluso por encima de los cartones  universitarios, al igual existieron y existen, ahora con más numerosos, calanchines, embaucadores, pícaros de profesión y ladronzuelos con cuello de cualquier color.

Con frecuencia nos preguntan  dónde están aquellos señores del periodismo regional, cuyas palabras, normas, editoriales y anuncios, eran todo un material de consensos y disensos, de irritación y frescura, de verdad y sabiduría, la respuesta es la misma: ya se fueron, como igual se han ido marchando sus escuchas, porque todo cambia,  también la manera de informar.

Hoy con oyentes desesperados por el dato,  confirmando noticias de redes, por comentarios deportivos y políticos objetivos, es nostalgia. La sola pantalla de tu móvil lo refleja todo, los análisis están  a  disposición, es tu decisión de acatarlos o no, la vida parece una carrera inmensa de noticias donde cada quien escoge a su manera, y resuelve a su gusto.

Si ayer encontraste voces y plumas que mostraban hechos contados en otros tonos y con otras voces, hoy el revoltillo es mayor, incluso mejor, pero escoger la masa para hacer tu pan informativo encuentra variedades. Decían los mayores que la masa nos está para bollos, hoy los jóvenes saben cuál masa está para pizzas.

Ayer, hoy y mañana habrá radio buena, solo que andan buscando oyentes, ya nadie quiere oír, menos escuchar. Hoy por ejemplo es el día internacional del elefante, nuestra ciudad Valledupar produce elefantes blancos hasta para importar, y claro son los señores de cuello blanco sus benefactores. Y preguntan cómo Farucho Ortiz, dónde está la bolsa aquella…

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