William, hombre de fe
Volver a tocar recuerdos de alguien que para nosotros sus amigos está viajando, mientras nos acostumbramos a su ausencia física, porque seguirá pegado a nuestras almas, encuentros, lugares y momentos, es grato acotar su grado de religiosidad y principios de fe en El Nazareno de su pueblo, de todas formas confiaba siempre en su ayuda en cosas elementales de la vida. Aquí tres instantes comprobados.
En aquellos tiempos de los años 70s, conseguir un cupo estudiantil en los colegios de bachillerato de Valledupar era una osadía, si no tenías algún padrino, generalmente político para el caso – Rosado no tenía esas relaciones y menos su familia, de un pueblito Valencia de Jesús, cercano al Valle, pero alejado del poder local.
Esa mañana fue al Instpecam, Instituto técnico Pedro Castro Monsalvo, con sus carpeta, sus papeles y el corazón de un muchacho con ganas de ser bachiller técnico para que la vida les mostrara la sonrisa futura. Fue temprano, de los primeros en llegar, miró la cartelera de los aceptados en lista por apellidos y no apareció su nombre. Revisó dos veces por si acaso y nada. Rosado Rincones William Francisco no estaba. Otros padres matriculaban a sus hijos con cara de contentos, la mañana comenzaba a calentar, volvió a mirar por ultima vez los nombres y nada.
El muchacho gordito que siempre fue, era entonces unos kilos juveniles de desesperanza y resignación. Pensar regresar a labores de algodón, siembra, raleo, fumigación, recolección, repela, regresar a La Isla, la finca de su abuelo Luis Carlos Rosado, a volver a buscar las puercas paridas de su mamá , la vieja Franca por los potreros cercanos, vender dulces y arepas por las calles de su pueblo, o esperarla debajo de un mataratón al regreso del Valle la hora que bajaba del camión de Arturo, con algunas compras para sus críos, pero era una militar en cuestiones de precisión y castigo si no se cumplían sus órdenes. De manera que anunciaba llegar a las 11, desde la nueve estaba ahí firme en su espera, sino la chancleta estaba siempre caliente y lista. Y él la conocía demasiado.
Entonces sin respuestas en el patio del colegio, se puso a bajar maíz tostao de los arbolitos sin ninguna esperanza. Todo gris, todo silencio. Fue cuando sintió una mano cariñosa sobre su espalda, era Nancy la secretaria que le preguntó que hacía por ahí, no vino tu acudiente? no salí en la lista, le dijo con una voz de tragedia sin nombre ni aliento. Ella tomó su carpeta matriculó enseguida y firmó como responsable de aquel muchacho solitario. Y venga en lunes que iniciamos las clases le dijo. Siempre quiso encontrarla años después para agradecerle el grande favor. Seis años después graduado, no fue a las fiestas de grado, el dinero no aparecía, una hamaca a su tamaño lo esperaba, para dormir las dificultades de siempre, a las siete estaba acostado, mientras sus compañeros en rumbas de grado. Fue su primer milagro.
La fría Bogotá lo esperaba para envolverlo en neblinas, llegó luego del largo viaje mirando cerros, páramos, precipicios y en la cartera una foto de su noviecita de esos tiempos que lo había abandonado. Lloraba a mares, su madre le decía que era la primera vez que un elefante lloraba por una hormiguita, refiriéndose a lo flaquita que era la novia. Ya en la capital se matriculo en solitario en el Colegio Superior de Comunicaciones, pero debía buscar trabajo para el sustento, el hambre es mayor se viene acompañada de frío. Alguien le sugirió buscar ofertas laborales en las páginas de Empleo del Bogotano, un periódico sensacionalista. Allí leyó Importadora X necesita mensajeros con experiencia, preferiblemente nacidos en la capital. Vaya temprano, le dijeron y fue el primero en llegar a la cita de ese martes feliz. El vigilante de la empresa tenía instrucciones precisas sobre el orden de llegada, cuando la persona encargada vió su hoja de vida, todo en costeño lo descartó, apareció Cinthia la hija del patrón le dijo que había llegado primero y si conocía la ciudad, este le dijo en un acento vallenato y seguro: Como la palma de mi mano. Y el puesto fue suyo, a la mañana siguiente le dieron un maletín repleto de cartas, le toca el sur, le dijo el compañero veterano en las lides. Lo llamó en secreto y le contó su desconocimiento total de la ciudad, pero su urgencia del trabajo. El cachaquito- cosa rara- lo acompaño en las primeras semanas, su segundo milagro. Siempre quiso bautizar a una de sus hijas con el nombre de la hija del patrón, pero sus madre previendo algún recuerdo lo impidieron, posiblemente con una venezolana cierro ese tema, nos decía en bromas.
Regresó al Valle con su grado de locutor y su licencia profesional. Las puertas cerradas, joven, inexperto y los veteranos de aquellos tiempos matándose entre ellos, no daban chance, en Guatapurí FM, duró unos días, su programación músical instrumental, clásica no era su fuerte, la bulla lo llamaba. Hizo entonces el año rural de radio en Codazzi. Por una amenaza que no era raro en el pueblo peligroso y algodonero regresando al Valle de sus amores.
Cuando una tarde iba donde Tey, su hermana en el barrio San Joaquín, en toda la esquina leyó en la pared en letras naranjas y negras, Radio Valledupar y Radio Reloj, afiliadas a Caracol, entró, siempre con sus papeles en orden y algunos kilos de más que trajo de Codazzi, donde vivía en casa de otro colega, Manolo González y le servían por cantidad como un hijo de la casa. En el sistema Reloj necesitaban un locutor, el gerente Efraín “El Mono” Quintero, sin conocerlo siquiera lo contrató a pesar que los veteranos le echaban en cara su inexperiencia, hay que darle la oportunidad, entonces cuando la va tener, dijo Quintero. Su tercer milagro de los tantos que su fe intacta le mostro en sus buenos y prósperos días terrenales…
15 infaltables de Rosado.
Siempre hay canciones en la lista de cualquier parrandero o melómano, hoy recordamos algunas de su larga lista de temas musicales y de manera aleatoria nunca faltaron en su repertorio para escucharlas, y gritar con su acostumbrado acento: Eso sí es música!!! no el tal Sabina y Arjona que Mendoza pone. Sin orden y sin tiempo estas canciones de su largo repertorio parrandero.
1.-El carrito viejo, Pocho Pérez y Debe López
2.- El humanitario/ Los sabanales Calixto Ochoa
3.- El pajonal, Alfredo Gutiérrez
4.-Vuelve mi canto- Yeyo Núñez, Freddy Andrade y Debe López.
5.- Quién como tú, Ana Gabriel
6.- Ahí vas paloma, Los Zuleta
7.- Señor Gerente, Diomedes y Colacho Mendoza
8.- Rita la Caimana, Cuco Valoy
9.- Blanco y Negro, Omar Geles, Silvestre Dangond.
10.- Ausencia, Jorge Oñate y Colacho
11.- Como te fue, Yeyo Núñez, Zuleta y Cocha Molina.
12.-Gitana, Willy Colon.
13.- Lágrimas de sangre, Binomio de Oro.
14.-Amigo Mío, Daniel Celedón. Ismael Rudas.
15. No lloraré, Miguel Morales y Los Diablitos.